top of page

Los verdaderos amantes

  • Foto del escritor: Ecléctica colectivo multidisciplinario
    Ecléctica colectivo multidisciplinario
  • 6 jul 2021
  • 3 Min. de lectura

Por Beatriz Chávez


Un buen amante no es, el que o la que, se acuesta con parejas ocasionales. Un buen amante es quien hace que una misma pareja le siga llamando cada noche, le suspire y le quiera poseer una y otra vez más porque cada encuentro se hace más intenso y mágico al pasar de los años. Las parejas que se convierten en verdaderos amantes se casan o se juntan generalmente jóvenes y muy ilusionadas. Se aman, se atraen y quieren estar juntos por siempre. Al principio son inexpertos, la mujer y el hombre, aunque crean que son los más experimentados en la materia del amor y la pasión. Lo cierto es que, la práctica hace al maestro o a la maestra.


En la unión joven el amor carnal se enciende y se goza en cada mañana, cada tarde o cada noche. El camino de ropa en el suelo rumbo a la alcoba es un detalle común en la vivienda de estos. Después de unos años, se sigue disfrutando de todas las palabras, todos los abrazos y de todos los instintos, aunque los cuerpos de los amantes hayan embarnecido.


Si el destino lo marca, tarde o temprano, los pechos de la amante se vuelven sensibles, el aliento se sospecha metálico y los mareos anuncian la posibilidad de una nueva vida; vida que a veces se logra y a veces no. Se sufre y se vive intensamente en cualquiera de los dos casos. Pero en el segundo, el sufrimiento se convierte, al final del embarazo, en una angustiosa pero plena felicidad.


Durante el embarazo, la mujer se siente especial, el hombre se siente feliz y nervioso por ese ser que viene en camino. En este tiempo, sus cuerpos no paran de gozar, pero se preguntan si estará bien la criaturita que cohabita en el cuerpo de la madre. Las caderas de la mujer se ensanchan y las estrías aparecen. Ella se siente feliz, pero a la vez frustrada porque su cuerpo ya empieza a cambiar y no sabe si volverá a ser el mismo como cuando ella lucía espectacularmente a los 18 años. Pero al hombre bien nacido, no le importan las estrías de su mujer. Ve a su esposa más bella y radiante como nunca y la admira por estar cediendo todo, hasta su talla, con tal de dar a luz al bebé de ambos.


El bebé llega, la mamá pasa a un segundo plano, las noches son eternas y exhaustas pero cada respiro y movimiento de ese nuevo ser hace a la pareja tan feliz y plena que todos los desvelos, angustias e incertidumbres bien valen la pena vivir. La vida sexual tarda en volver, pero cuando duerme la criatura, los padres se las ingenian para estar nuevamente entrelazados. Los pechos de la mujer se llenan y duelen exactamente cuando la beba, o el nene, nuevamente comienza a llorar porque tiene hambre. El cortejo termina, el sexo dormita, pero el amor perdura.


Y así pasan los años amando a la misma pareja. Encontrando noches, tardes o mañanas para una cita de amantes mientras los niños van al cole, al cine, salen con la novia o después de que se entregan a los nietos ya dormidos. Los cuerpos de los verdaderos amantes, aunque se vayan desgastando se siguen buscando y con el tiempo terminan conociéndose y fundiéndose como si poseyeran un mismo cuerpo. Todo esto lo logran los verdaderos amantes gracias al vaivén de estar cabalgando juntos una misma vida.



Comentarios


bottom of page