Dícese
- Mayte Montero
- 24 jun 2020
- 3 Min. de lectura

Mayte Montero
Ataque de pánico. Propio de la angustia / Dícese de los periodos en los que el individuo sufre un intenso miedo o temor con una duración variable de minutos a horas.
Hoy en día las personas que lo han tenido alguna vez, en caso de que se animen a expresarlo, lo llaman: panic attack; ¿qué se ganará mencionándolo en otro idioma? (si existe, en el propio), o quizá los anglosajones se refieren a éste en castellano. Puede ser que al nombrar un malestar en lengua extranjera se vuelva más leve o no cause tal impacto social; un ejemplo sería como en Argentina, cuando alguien sufre una severa crisis nerviosa, se dice que tuvo un surmenaje (término francés), palabra que hace que tal estado suene hasta romántico o intelectual.
También ciertos padecimientos se nombran de una forma más coloquial o vulgar, probablemente esto ocasiona que el individuo no se sienta tan mal. Cuando se declara: “tengo almorranas”, en lugar de hemorroides, ¿cederán las incómodas, dolorosas y humillantes molestias? - pregunto.
Asimismo, es recurrente en el medio de una conversación soltar un comentario acerca de una enfermedad nerviosa que tiene “el amigo de un amigo”, casi siempre el receptor se concentra en adivinar quién será el amigo y el emisor se pone tan inquieto que por lo general se termina delatando.
Es notable como a lo largo de la historia el individuo ha sido acompañado por casi las mismas afecciones psíquicas, por suerte la concepción de éstas ha evolucionado, si no mucho, algo. Antes a cualquier síntoma nervioso se le asociaba con lo demoníaco, lo oscuro, la brujería, etc…, por suerte el prejuicio se ha ido modificando y ya no se toma por lo menos, como una peste.
Actualmente existe más apertura e interés por conocer acerca de los trastornos de la mente y es más fácil acceder a información relacionada con el tema. Por ejemplo, en internet se puede uno enterar de definiciones o síntomas de éstos de manera rápida, sin embargo como en la mayoría de los casos (cuando se busca información), recomiendo ir directamente a la fuente y en este caso sería un psicólogo.

En el lenguaje estético encontramos alusiones muy ilustrativas y solidarias de los estados de angustia que pueden derivar en un ataque de pánico. En innumerables obras de arte encontramos que los personajes son mostrados, la mayoría de las veces, sin ningún velo ni prejuicio y casi siempre viviendo en carne propia alguna sensación angustiante. Tal es el caso de “La expulsión de Adán y Eva del Paraíso terrenal” de Masaccio (Tommaso di ser Giovanni di Mone Cassai, 1401-1428) quien, con el rostro desolado de Eva, logra que en el primer acercamiento a la imagen, el espectador sienta hormigueo en las manos y un poco en los pies.

En el caso de Edward Munch (1863-1944) se hace difícil citar una sola obra que ilustre el tema tratado, pero es suficiente la expresión de la chica en “Cenizas” para que, el que la observa, se quede por un momento sin respiración o por lo menos con esa sensación.

En “El caminante sobre el mar de niebla” de Caspar David Friedrich (1774-1840), está un personaje de espaldas sobre una roca frente al mar con un oleaje tétrico, es una escena bastante perturbadora, la sensación que ocasiona en el espectador lo puede transportar a varios momentos en panoramas diferentes, en donde probablemente se vio inmerso en un estado de miedo al exterior.
La taquicardia que puede llegar a provocar una novela de Kafka es considerable, los personajes de este autor son un abanico de sensaciones existenciales. Una forma para contar que se sufre algún malestar nervioso de manera diferente a las mencionadas, y con un toque sofisticado, podría ser: “hoy amanecí como Gregorio Samsa”, o “por momentos me siento Josef K”.
Tampoco se trata de que se grite a los cuatro vientos cuando se tiene algún malestar del alma, pero el ocultarlo o negarlo no hace que desaparezca, existe la calidad de vida y cada individuo es responsable de la suya, además de elegir una terapia que resuelva algunas molestias y que sirva como orientación de las sensaciones. Se recomienda releer de vez en cuando el monólogo de Hamlet:
“Ser o no ser: todo el problema es ése.
¿Cuál es más digna acción del ánimo,
sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y darles fin con atrevida resistencia?”
Hamlet, Escena IV, (Shakespeare, 1798, p. 74)
Este ejemplar personaje de Shakespeare decide hacer una pausa elemental en su vida y dejar a un lado los fantasmas que le nublan la vista y lo conturban, para de forma serena trazar un camino que lo nutra de sentido.
No hay una dosis establecida para hacerse tal cuestionamiento, las veces que sea necesario es factible de realizarse.
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