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Otra vez

  • Foto del escritor: Mayte Montero
    Mayte Montero
  • 2 feb 2022
  • 3 Min. de lectura

Por Mayte Montero

Así como un día me dirigí al librero y tomé, Bajo el Volcán de Malcom Lowry, ayer recorrí la lista de películas y elegí Blue Jasmine de Woody Allen.


Al terminar la cinta, permanecí inmóvil, (igual que cuando terminé la novela mencionada), deseando retener la experiencia estética ante tal obra maestra; sin duda, uno teme desprenderse de la complicidad y posicionamiento en los que se ha fundido junto con el objeto artístico, queda inmerso por unos instantes en una mezcla de catarsis y shock.


El brillante director, a partir de un tema incluso telenovelezco, logra con su lenguaje estético regalarle a su público una obra de arte.


A lo largo de toda la película, los símbolos y obsesiones expuestos por el autor de forma más bien dramática, aparecen desafiando al espectador, quien será sorprendido, por la ausencia de la carga casual y cómica de sus conocidos emblemas.


Las fantasías y neurosis de Woody Allen, en este largometraje dejan de ser alusiones burlescas, por lo que se vuelven más intensas y trasgresoras.


La pieza Blue Moon, no sólo remarca el gusto exquisito de Woody Allen hacia el Jazz, en esta ocasión, la melodía, -te invito querido lector a buscar la letra-, pareciera describir el estado emocional de la protagonista y es presentada desde el inicio, como una verdad velada.


La música elegida para esta película cumple la función de lo que me atrevo a comparar con lo que sería la versión moderna de los coros griegos.


Constantemente podemos observar que Jasmine nunca completa la letra de la canción, sí, repetidas veces la tararea y la cita a la menor provocación, para contar dónde conoció a Hal su esposo; siendo la melodía a la par de su estatus de clase alta newyorkina, su único sentido de vida y lo que de manera aparente la mantiene con los pies en la tierra.


De igual modo, Blue Moon en la historia será el detonante que la llevará a cruzar la delgada línea que existe entre la cordura y la locura, elegantemente Woody Allen nos hace testigos de la angustiante transición entre estos estados, usando un gesto poético que consiste en hacer olvidar a su personaje la letra; disolviendo en Jasmine cualquier posibilidad de salvación.


En la última escena sincronizada con el colapso del personaje principal, el cineasta subraya una imagen escalofriante: retrata a Janette, Jasmine y Blanchett como una vagabunda, sentada en la banca de cualquier parque, y con una toma realista y sin ningún filtro, Allen y la excelente actriz nos develan la esencia de la locura.


En el Largometraje el espectador convive con varios escenarios existenciales, por un lado, Hal vive la adrenalina del mañana, siempre buscando a quién estafar, a quién conquistar, sobre todo desafiando la autoridad y sus consecuencias, subestimando alguna reacción o reclamo de su elegante esposa. Hal, parece confiar en el estado soñoliento de Jasmine frente a lo que sucedía en el día a día de su matrimonio; además con la adicción que ella tenía a las apariencias, el lujo y la comodidad, también aleja a su audiencia de sospechar en una reacción impulsiva ante algún aspecto de su vida.


Sin embargo Woody Allen, pone un límite al comportamiento pasivo y un tanto cínico de su protagonista y la hace despertar cuando escucha la confesión de su esposo quien la va a dejar por otra mujer, cual poeta trágico, el cineasta, sin ningún consenso con los dioses, le da el arma que termina con la burbuja en donde en cierto modo los integrantes de su familia se refugiaban.


Magistralmente Allen codifica en una simple llamada telefónica al FBI, la furia de su personaje principal ante su despreciable tibieza. Solo por segundos, mientras ésta marca el celular, se espera que tal arrebato envuelva a Cate Blanchett en un renacimiento personal, pero no es así, está atrapada por su esencia. Y su venganza la condena a ella misma.


A manera de ansiolítico el cineasta nos presenta a Ginger hermana de Jasmine, quien proyecta en toda la historia, su estabilidad emocional viviendo el aquí y ahora, y su envidiable sabiduría, al lograr encontrar su sentido de vida en lo simple.


Woody Allen filma en su largometraje dos formas de ver la vida, el espectador decide en cuál lado del puente quiere estar.

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