Apuesta al esfuerzo para lograr tus metas
- Ecléctica colectivo multidisciplinario
- 2 ago 2020
- 3 Min. de lectura

Por Ricardo Barraza Gómez
El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional, así describe el escritor Haruki Murakami el desarrollo de un maratón.
Cuando te propones un objetivo en la vida debes comprometerte al máximo con él; una vez iniciado el reto ya no habrá marcha atrás. Hay que trabajar incansablemente en su realización.
Atrevernos es el paso más importante. Un esfuerzo físico y/o mental puede verse de dos maneras distintas: como una oportunidad de conocer tus propios límites lo cual marcará un antes y un después en tu desarrollo humano, o como una carga pesada que agota tu energía, y devora tus impulsos.
Cada uno de nosotros decidimos con cuál cara de la moneda apostar.
Debes tener en cuenta que para lograr un buen resultado es necesario liberar una dosis de esa hormona que todos conocemos como adrenalina, la cual te ayudará a enfrentar situaciones de riesgo, de estrés, de peligro o incluso de felicidad.

La carrera no es la excepción en esta ecuación de esfuerzo y resultado. Cuando decidí hacer mi primer maratón, hace poco más de 10 años, no sabía en qué consistiría el entrenamiento.
Me inscribí en febrero y la carrera tendría lugar en noviembre de ese mismo año. Recuerdo que mi coach me dijo, “estamos apenas a tiempo para arrancar con el entreno”. ¿Apenas?, vaya exageración faltan 9 meses, - pensé.
Desde el siguiente día de la inscripción inicié y no paré hasta unos días antes del maratón. Que tanta razón tenía mi coach.
Cada día un ejercicio distinto: pierna, brazo, natación, bicicleta, velocidad, ritmo, largas distancias, subidas, los siete días de la semana, sin descanso. Cada mes aumentaba en algo el entrenamiento.
Noté como iba cambiando mi cuerpo, mi peso, mi alimentación, mi descanso, mi vida social, mi mente, mi desempeño físico. Y al final llegué a ese maratón en Nueva York con un ánimo renovado; no me sentía cansado, por el contrario, estaba fuerte y ansioso para probarme en esos 42 kilómetros.

Para mi suerte en esa ocasión, el maratón de la Gran Manzana estaba cumpliendo sus primeros 40 años, así que todo fue más festivo que lo habitual; incluso la medalla conmemoraba esa edición con un diseño atractivo en color dorado con vivos en naranja.
Mis piernas experimentaban una mezcla de emoción y nervosismo, mi cabeza solo pensaba en la distancia que correría por primera vez en mi vida.
Éramos muchísimos hombres y mujeres concentrados en las bahías de salida, moviéndonos, dando saltos cortos en el pequeño espacio que cada uno conservaba entre la multitud.
Escuché muy a lo lejos el disparo de salida, poco a poco los corredores nos fuimos desplazando por la calle en dirección al primer kilómetro. Las pisadas de cientos de miles de tenis impactándose contra el pavimento hacían las veces de una sinfónica ejecutando una cadenciosa pieza.
Y mientras corría venían a mi mente aspectos de esos 9 meses anteriores en los que dediqué cuerpo, corazón y alma a la preparación de esta carrera, en todo lo que hice y dejé de hacer.
Cansancio, caídas en parques, uñas de los pies desprendidas por la intensidad y frecuencia de las carreras de distancia los fines de semana, torceduras de tobillo, dolor muscular, y un sinfín de etcéteras por los que tuve que pasar para llegar a mi primer maratón. Y debo decir que en los 14 que he corrido, estas experiencias se han manifestado en mayor o menor medida.
Mi cuerpo estaba preparado para recorrer los 42 kilómetros; cuando crucé la meta me invadió una satisfacción indescriptible, el llanto se desbordaba por mi cara, alcé mis brazos y grité con todas mis fuerzas: ¡Sí se pudo!
Caminé un par de metros más para lograr una mejor recuperación, y entonces fue cuando realmente entendí que hay logros que valen más por lo que cuesta llegar a ellos que por el cumplimiento del mismo.
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